Mi momento en el mundo.

martes, 21 de junio de 2011

INEVITABLE...

   La quietud obligada de este día frío y gris, podría haberla usado para rellenar todos los renglones de un cuaderno, pero, recién ahora a las cinco de la tranquila, casi aburrida tarde, tomo la birome, el cuaderno y me quedo con la mente en blanco esperando que esa mosca sobreviviente del frío, con su zumbido, me cuente una historia o me de inspiración para entretejer algo en el papel.
   El insecto se ve que no es muy instruido en historia, pues lo único que me da, es unas ganas enormes de aplastarla con el cuaderno, como eso sería un abuso de superioridad, abro mi ventana y dejo que la naturaleza haga lo suyo.
   Es un tema doloroso el que me asalta en la mente, no se si sería justo, tal vez debería seguir con la broma y no escribir eso, pero no puedo, me vence, es que cada vez son más las vidas maravillosamente jóvenes que se pierden en las noches de los viernes y sábados.
   Yo no tenía el honor de conocer personalmente a esos chicos de dieciocho y veintiún años, solo los cruzaba en la calle, siempre saludaban educados, según todas las personas que eran allegadas dicen que eran buenos amigos de sus amigos, buenos alumnos y excelentes hijos.
   El pueblo se pregunta ¿Porqué…?
   No creo que se encuentre una respuesta justa.
   Habían cenado todo el grupo de amigos, rieron, se divirtieron con ese bullicio joven, con esa alegría e inconciencia que todos tuvimos y que hoy añoramos, decidieron ir todos en distintos autos hasta un pueblo no tan lejano para seguir divirtiéndose, tres de la madrugada, noche con llovizna, rutas peligrosas para la velocidad. ¿Habrá sido la lluvia…?
   Tal vez, tal vez…muchos hermosos ángeles adornados con guirnaldas de flores exquisitas y ayudados por miles de aves multicolores los esperaron en esa curva y ellos se dejaron seducir por su belleza.
   El pueblo entero se enlutó ese fin de semana y cada quién a su manera los despidió, y todos preguntaron… ¿Porqué…?
   No hay que preguntar porqué, en realidad el porqué no existe, como mi abuelita Margarita decía: -La muerte siempre tiene una escusa-.